martes, 13 de diciembre de 2016

¿QUE HAGO CON LAS RABIETAS?

El día de ayer salía con mucha prisa de casa, era medio día y sentía que moría de hambre pues aún no había almorzado y me faltaba un buen rato para hacerlo, así que antes de salir tomé una manzana y empecé a mordisquearla, al llegar a la puerta de calle, necesitaba poner los seguros que habitualmente usamos y mientras lo hacía la manzana cobró vida y empezó a resbalarse de mis manos, cual malabarista hice todos los intentos por salvarla, saltó a mi mano izquierda, luego a la derecha, luego izquierda otra vez y finalmente ¡pum! al suelo, en medio segundo estuvo cubierta de tierra ¡ya no servía!... ¡que rabia sentí! ¡que iras! ¡que frustración! ¡¡con el hambre que tenía!!, el tiempo no me permitía volver a abrir la puerta para regresar por otra fruta, tuve que irme así: enojada, frustrada y aún con hambre.

Tomé el autobús y me quedé pensando en lo sucedido, mientras trataba de distraer a mi estómago vacío, pensé: ¿Qué habría pasado si en lugar de ser yo quien perdió la manzana habría sido uno de mis hijos? ¿cuál hubiese sido mi reacción? ¿qué habrían sentido ellos?

Imaginé la siguiente escena:
Mi hijo y yo saliendo muy apurados de casa, con el tiempo justo y de repente
Mi hijo: Mami, mami, tengo hambre, mucha hambre
Yo: Toma esta semana, te ayudará hasta que podamos almorzar
Luego de haber puesto todas los seguros de casa, a mi hijo se le cae la manzana al piso y explota en llanto… comienza una rabieta
Yo: ¡Pero caramba! Debiste tener cuidado ¿no que tenías hambre? Si tenías hambre no debiste tirarla
Mi hijo: (llorando a pulmón lleno) pero maaaami!! Se me cayó, tengo hambre
Yo: Si tienes hambre debiste haber tenido cuidado, ni modo ahora te aguantas. ¡Y ya para de llorar! Tú la botaste, no yo. Yo te di la manzana y tú la botas. ¡Basta de llorar he dicho! Todo esto es culpa tuya ¿por qué lloras? ¡YA! ¡Silencio!

Y mi niño seguramente habría hecho el silencio que tanto exigí, pero su carita seguiría llena de tristeza y de lágrimas, y él tratando de contener su dolor para hacer lo que mamá pide. En este punto no sé qué dolor sería mayor: si la rabia y la frustración por no poder disfrutar de su manzana o los gritos de mamá.

Debe partir el alma pasar por un momento tan estresante y que la persona más importante de tu vida haga más grande tu pena con sus gritos y sermones. Debe ser un gran dolor no poder contar con mamá cuando más la necesitas. Seguro que sí, debe ser un gran dolor que sea mamá quien se encargue de hacer aún más difícil tu sufrimiento.

Imaginar esta situación me estremeció el corazón, afortunadamente hace algunos años que aprendí a manejar con respeto y empatía las rabietas de mis hijos y puedo acompañarlos en la manera que necesitan en cada situación. Pero antes de aquel cambio es muy posible que mi reacción habría sido como aquella que imaginé y tristemente cuando voy por la calle veo a muchas madres, padres, abuelos y abuelas tratar con esa dureza a sus niños.

Me permití hacer una reflexión: si a mí que soy una  persona adulta me ha costado un buen rato aceptar la pérdida de mi manzana y resignarme a no saciar mi hambre en ese momento ¿cuánto más le costará a un niño?... yo no me puse a llorar a gritos por mi manzana porque en mi condición de adulto ya no requiero llorar con el alma por ese motivo  y además porque me daría vergüenza hacerlo, pero un niño sí que requiere llorar intensamente para expresar su frustración, aún no sabe hacerlo de otra manera, su madurez aún no le permite gestionar sus emociones estresantes con mayor armonía, sencillamente aún les cuesta muchísimo, peor aun cuando ven que mamá o papá gestionan su rabia con gritos o golpes.

Esta manzana mía en el suelo, me ayudó a entender que hay ciertas cosas que aún sin ser graves pueden causarnos gran malestar y alterar nuestro estado de ánimo sin importar que edad tengamos. Entendí que también a los niños hay cosas, que sin necesidad de ser gravísimas, los alteran, les producen malestar y que la forma más sencilla para ellos de expresar esa molestia es a través del llanto. Ese llanto que tan mal toleramos los adultos y que tanto nos fastidia. Es triste muy triste mirar que cuando un niño llora el adulto sólo es capaz de mirar la molestia que le producen las lágrimas de su hijo y en esa molestia se concentra y empieza a exigir silencio al niño ¿silencio para qué? Para yo seguir tranquilo, para estar en “paz”, para no escucharte porque no me gusta escucharte, he escuchado a madres decir: “si vas a llorar vete a donde yo no te escuche”… como si el niño estuviese llorando por placer, por diversión, porque así lo ha decidido. ¿Existe acaso alguien en el mundo que disfrute llorando a gritos? No lo creo, al menos no un niño.

El niño que llora, que hace rabieta, necesita lo mismo que cualquier persona cuando llora: ¡consuelo!, un abrazo, una palabra de aliento, un “te entiendo”, un poco de caridad, de compasión, de amor. No importa el motivo, para alguien puede ser una tontería que una manzana se caiga al suelo, en ese momento para mí era la diferencia entre saciar mi hambre o no, por lo tanto era importante. De igual manera los niños tienen sus propias cosas importantes y cuando las pierden o no las consiguen, sienten molestia y necesitan expresarla.

Un niño en plena rabieta, es una persona expresando un profundo malestar, es un ser humano llorando a gritos, pidiendo ayuda a gritos. Está claro que no siempre podremos darle aquello que desean, pero siempre podremos darles aquello que necesitan: nuestro amor, nuestro abrazo, nuestra compañía y comprensión, mientras superan su mal momento.

Pienso en cómo me gustaría que habría sido esta escena imaginaria con mi hijo:

Mi hijo y yo saliendo muy apurados de casa, con el tiempo justo y de repente
Mi hijo: Mami, mami, tengo hambre, mucha hambre
Yo: Toma esta semana, te ayudará hasta que podamos almorzar
Luego de haber puesto todas los seguros de casa, a mi hijo se le cae la manzana al piso y explota en llanto… comienza una rabieta
Yo: ¡Ay cariño cuanto lo siento! ¡con el hambre que tenías!
Mi hijo: (llorando a pulmón lleno) pero maaaami!! Se me cayó, tengo hambre
Yo: Lo sé y sé lo horrible que es tener hambre y no poder comer enseguida. Lamento que no podamos volver por otra manzana, pero si nos apuramos muy pronto estaremos almorzando.

O quizá habría tenido que conformarme con acompañarlo en silencio y mostrándome disponible para cuando necesite de mí y de mi regazo, cuando está muy tenso no siempre le son agradables mis palabras, en ocasiones la mejor compañía se la hace desde el silencio.

Es posible que  mi niño siguiera llorando y lamentándose por su manzana perdida, pero esa será su única pena, no tendrá encima el dolor de los gritos de mamá, y aunque esté en un momento difícil sabrá que mamá está de su lado y que aunque no tenga manzana, tiene la comprensión y el abrazo de mamá. Segurísimo que al poco rato habríamos estado viajando abrazadísimos en el autobús, se habría calmado en mis brazos y tan pronto como fuera posible le buscaría algo de comer.

Aclaro que haría todos los esfuerzos por volver a entrar a la casa para coger otra manzana y dársela, pero no siempre es humanamente posible darles lo que piden justo en el momento.

Finalmente quiero compartirles que una de las cosas que más anhelo para mis hijos es que cuando crezcan su corazón sienta: “yo siempre he podido contar con mamá, siempre, incluso cuando sólo se trataba de una manzana en el suelo”.


Daysi Arcos
Coach de Familia e Inteligencia Emocional
Crianza Consciente y Respetuosa
WhatsApp  +593 998825873
Cuenca.

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