El día de ayer salía con
mucha prisa de casa, era medio día y sentía que moría de hambre pues aún no
había almorzado y me faltaba un buen rato para hacerlo, así que antes de salir
tomé una manzana y empecé a mordisquearla, al llegar a la puerta de calle,
necesitaba poner los seguros que habitualmente usamos y mientras lo hacía la
manzana cobró vida y empezó a resbalarse de mis manos, cual malabarista hice
todos los intentos por salvarla, saltó a mi mano izquierda, luego a la derecha,
luego izquierda otra vez y finalmente ¡pum! al suelo, en medio segundo estuvo
cubierta de tierra ¡ya no servía!... ¡que rabia sentí! ¡que iras! ¡que
frustración! ¡¡con el hambre que tenía!!, el tiempo no me permitía volver a
abrir la puerta para regresar por otra fruta, tuve que irme así: enojada,
frustrada y aún con hambre.
Tomé el autobús y me quedé
pensando en lo sucedido, mientras trataba de distraer a mi estómago vacío,
pensé: ¿Qué habría pasado si en lugar de ser yo quien perdió la manzana habría
sido uno de mis hijos? ¿cuál hubiese sido mi reacción? ¿qué habrían sentido
ellos?
Imaginé la siguiente
escena:
Mi hijo y yo saliendo muy
apurados de casa, con el tiempo justo y de repente
Mi hijo: Mami, mami, tengo
hambre, mucha hambre
Yo: Toma esta semana, te
ayudará hasta que podamos almorzar
Luego de haber puesto
todas los seguros de casa, a mi hijo se le cae la manzana al piso y explota en
llanto… comienza una rabieta
Yo: ¡Pero caramba! Debiste
tener cuidado ¿no que tenías hambre? Si tenías hambre no debiste tirarla
Mi hijo: (llorando a
pulmón lleno) pero maaaami!! Se me cayó, tengo hambre
Yo: Si tienes hambre
debiste haber tenido cuidado, ni modo ahora te aguantas. ¡Y ya para de llorar! Tú
la botaste, no yo. Yo te di la manzana y tú la botas. ¡Basta de llorar he
dicho! Todo esto es culpa tuya ¿por qué lloras? ¡YA! ¡Silencio!
Y mi niño seguramente
habría hecho el silencio que tanto exigí, pero su carita seguiría llena de
tristeza y de lágrimas, y él tratando de contener su dolor para hacer lo que
mamá pide. En este punto no sé qué dolor sería mayor: si la rabia y la
frustración por no poder disfrutar de su manzana o los gritos de mamá.
Debe partir el alma pasar
por un momento tan estresante y que la persona más importante de tu vida haga más
grande tu pena con sus gritos y sermones. Debe ser un gran dolor no poder
contar con mamá cuando más la necesitas. Seguro que sí, debe ser un gran dolor
que sea mamá quien se encargue de hacer aún más difícil tu sufrimiento.
Imaginar esta situación me
estremeció el corazón, afortunadamente hace algunos años que aprendí a manejar
con respeto y empatía las rabietas de mis hijos y puedo acompañarlos en la
manera que necesitan en cada situación. Pero antes de aquel cambio es muy
posible que mi reacción habría sido como aquella que imaginé y tristemente
cuando voy por la calle veo a muchas madres, padres, abuelos y abuelas tratar
con esa dureza a sus niños.
Me permití hacer una reflexión:
si a mí que soy una persona adulta me ha
costado un buen rato aceptar la pérdida de mi manzana y resignarme a no saciar
mi hambre en ese momento ¿cuánto más le costará a un niño?... yo no me puse a
llorar a gritos por mi manzana porque en mi condición de adulto ya no requiero
llorar con el alma por ese motivo y
además porque me daría vergüenza hacerlo, pero un niño sí que requiere llorar
intensamente para expresar su frustración, aún no sabe hacerlo de otra manera,
su madurez aún no le permite gestionar sus emociones estresantes con mayor
armonía, sencillamente aún les cuesta muchísimo, peor aun cuando ven que mamá o
papá gestionan su rabia con gritos o golpes.
Esta manzana mía en el
suelo, me ayudó a entender que hay ciertas cosas que aún sin ser graves pueden
causarnos gran malestar y alterar nuestro estado de ánimo sin importar que edad
tengamos. Entendí que también a los niños hay cosas, que sin necesidad de ser
gravísimas, los alteran, les producen malestar y que la forma más sencilla para
ellos de expresar esa molestia es a través del llanto. Ese llanto que tan mal
toleramos los adultos y que tanto nos fastidia. Es triste muy triste mirar que
cuando un niño llora el adulto sólo es capaz de mirar la molestia que le producen
las lágrimas de su hijo y en esa molestia se concentra y empieza a exigir
silencio al niño ¿silencio para qué? Para yo seguir tranquilo, para estar en “paz”,
para no escucharte porque no me gusta escucharte, he escuchado a madres decir: “si
vas a llorar vete a donde yo no te escuche”… como si el niño estuviese llorando
por placer, por diversión, porque así lo ha decidido. ¿Existe acaso alguien en
el mundo que disfrute llorando a gritos? No lo creo, al menos no un niño.
El niño que llora, que
hace rabieta, necesita lo mismo que cualquier persona cuando llora: ¡consuelo!,
un abrazo, una palabra de aliento, un “te entiendo”, un poco de caridad, de
compasión, de amor. No importa el motivo, para alguien puede ser una tontería
que una manzana se caiga al suelo, en ese momento para mí era la diferencia
entre saciar mi hambre o no, por lo tanto era importante. De igual manera los
niños tienen sus propias cosas importantes y cuando las pierden o no las
consiguen, sienten molestia y necesitan expresarla.
Un niño en plena rabieta,
es una persona expresando un profundo malestar, es un ser humano llorando a
gritos, pidiendo ayuda a gritos. Está claro que no siempre podremos darle
aquello que desean, pero siempre podremos darles aquello que necesitan: nuestro
amor, nuestro abrazo, nuestra compañía y comprensión, mientras superan su mal
momento.
Pienso en cómo me gustaría
que habría sido esta escena imaginaria con mi hijo:
Mi hijo y yo saliendo muy
apurados de casa, con el tiempo justo y de repente
Mi hijo: Mami, mami, tengo
hambre, mucha hambre
Yo: Toma esta semana, te
ayudará hasta que podamos almorzar
Luego de haber puesto
todas los seguros de casa, a mi hijo se le cae la manzana al piso y explota en
llanto… comienza una rabieta
Yo: ¡Ay cariño cuanto lo
siento! ¡con el hambre que tenías!
Mi hijo: (llorando a
pulmón lleno) pero maaaami!! Se me cayó, tengo hambre
Yo: Lo sé y sé lo horrible
que es tener hambre y no poder comer enseguida. Lamento que no podamos volver
por otra manzana, pero si nos apuramos muy pronto estaremos almorzando.
O quizá habría tenido que conformarme con acompañarlo en silencio y mostrándome disponible para cuando necesite de mí y de mi regazo, cuando está muy tenso no siempre le son agradables mis palabras, en ocasiones la mejor compañía se la hace desde el silencio.
Es posible que mi niño siguiera llorando y lamentándose por
su manzana perdida, pero esa será su única pena, no tendrá encima el dolor de
los gritos de mamá, y aunque esté en un momento difícil sabrá que mamá está de
su lado y que aunque no tenga manzana, tiene la comprensión y el abrazo de
mamá. Segurísimo que al poco rato habríamos estado viajando abrazadísimos en el
autobús, se habría calmado en mis brazos y tan pronto como fuera posible le
buscaría algo de comer.
Aclaro que haría todos los
esfuerzos por volver a entrar a la casa para coger otra manzana y dársela, pero
no siempre es humanamente posible darles lo que piden justo en el momento.
Finalmente quiero
compartirles que una de las cosas que más anhelo para mis hijos es que cuando
crezcan su corazón sienta: “yo siempre he podido contar con mamá, siempre,
incluso cuando sólo se trataba de una manzana en el suelo”.
Daysi Arcos
Coach de Familia e Inteligencia Emocional
Crianza Consciente y Respetuosa
WhatsApp +593 998825873
Cuenca.
Cuenca.
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