viernes, 3 de julio de 2015

¿POR QUÉ MIS HIJOS SON MAJADEROS?

Yo comencé a ser madre a mis 25 años y comencé como comienzan todas, supongo, sabiendo lo que habíamos oído a nuestras madres, abuelas y tías, lo que había visto hacer a mis amigas que ya eran madres y lo “muchísimo” que había aprendido al cuidar a mis sobrinos una hora o dos alguno que otro fin de semana… eso era todo y por supuesto que no fue suficiente. Tuve muchos aciertos pero también cometí varios errores y quizá el mayor de ellos fue ignorar mi instinto, si pudiera regresar el tiempo…

Pero llegó un día en que, con mis hijos ya mas grandecitos 2 y 5 años, me descubrí a mi misma siendo una madre malgeniada y gritona, rayando en lo insoportable, quizá la bofetada que me ayudó a reaccionar me llegó una noche antes de dormir, fueron las palabras de mi niño de 5: “pareces una bravísima” y diciendo eso se quedó dormido. Sus palabras retumbaban en mi cabeza y mil cuestionamientos también: ¿qué estoy haciendo? ¿por qué lo hago? “no quiero ser este tipo de mamá” ¿cómo la hacen otras?, las lágrimas me inundaban. Me levanté, agarré mi tablet y empecé a buscar ayuda en internet, y encontré recursos hermosos, grupos de apoyo, desafíos interesantes y lo mas hermoso de todo fue que encontré algo que yo ni siquiera imaginaba que existía, encontré el término “crianza con apego” “crianza respetuosa”, lo encontré y me dediqué a descubrirlo, a estudiarlo, a conocerlo, a entenderlo y sobre todo a llevarlo a mi hogar, a mi día a día con mis hijos y empecé a maravillarme al ver los resultados hermosos de este tipo de crianza, empecé a notar un cambio radical en mis niños, en su comportamiento, y empecé a sentirme plenamente realizada como madre.
Tampoco quiero decir que cambié radicalmente y que hubo una “magia” en la relación con mis hijos desde el primer día, decir eso sería una mentira y talvez podría desmotivar a quien no encuentre esa “magia” en el primer intento.

Pero lo que si puedo decir y con certeza es que comencé a darme cuenta de que en esa forma tan problemática que yo me había acostumbrado a usar para resolver los conflictos con mis hijos no había majadería de mis niños, no eran niños malcriados, rebeldes, desobedientes, necios… NO!... nada de eso, ellos son niños y aún no llevan en este mundo el tiempo necesario para desarrollar todas esas “habilidades”… entonces ¿qué eran? ¿qué pasaba? ¿Por qué tantas peleas, lloros y conflictos?.... pues empecé a leer, leer y leer; y también a orar mucho, siempre digo que sin Dios nada de esto hubiese calado tan hondo en mi… y entonces ¿qué descubrí?... que mis hijos son niños, pequeños niños, niños hermosos que estaban al cuidado de una madre que no los comprendía, de una madre que se había olvidado de cómo se es cuando eres niño, de una madre que esperaba de ellos comportamientos de adulto, de una madre que pensaba que por que ya dijo “no pelees con tu hermana” mi niño debía cumplir a rajatabla esa orden y sino lo hacía era un “necio” un “peleón”, de una madre que no sabía que los niños preguntan mil veces la misma cosa, de una madre que no entendía que los niños NUNCA tienen “suficiente de mamá por hoy” pues siempre necesitan y quieren con ellos a mamá…. Los hice sufrir mucho, yo misma sufrí mucho.

He aprendido que nos han llenado de prejuicios la maternidad y la paternidad, “no lo cargues, que se te enseña a la mano” “déjalo llorar, sino te manipula” “si llora mejor, así se le fortalecen los pulmones” “dale 10 minutos de cada pecho que no necesita mas” “que duerma solo desde que nace, sino tendrá 30 años y seguirá durmiendo contigo” “tiene que aprender a compartir” “que coma todas las espinacas, tiene que aprender a comer de todo”…. Y un larguísimo etcétera.. Pobres de nuestros niños y pobres de nosotras las madres, pues parecería que nuestros hijos vienen cargados de maldad y de ganas de fastidiarnos la vida y nosotras tendremos que estar preparadísimas para hacer frente a estos pequeños monstruos porque si no los frenamos a tiempo mañana podrían apoderarse de la galaxia entera.

Estoy aprendiendo a deshacerme de todos esos infundados prejuicios, que a mi en lo personal me llevaron mil veces a irme contra mis propios instintos maternales para que no se me “malcríen” los muchachos. Ahora digo con TODA LA SEGURIDAD que ahora que hago caso total y absoluto a mi instinto de madre, mis hijos pueden ser los hermosos niños que siempre fueron.

He aprendido 2  lecciones, que por ahora me rigen:

1. SER EMPÁTICA.- Ponte en el lugar de tu hijo. NINGUN niño llora por que sí, por que le da la gana NINGUNO!! Siempre hay un motivo, que a la mamá ese motivo le parezca un absurdo es otra cosa. Talvez para ti llorar porque se le cayó un caramelo al piso cuando tiene otros 9 en la funda es una tontería que no merece atención, pero para tu niño es cosa seria, tenía 10 caramelos y ahora solo 9. Quizá lo entiendas mejor si te pones en su lugar, piensa en tus joyas favoritas tienes 10 y 1 se te va por el drenaje, ¿no maldecirías en alta voz por haberla perdido? o en voz baja si no puedes gritar, estarías totalmente enojada, y que tal que alguien te diga “ya cálmate caramba, tanto escándalo por una simple joya, ahí tienes otras 9, no seas tan llorona”…. Talvez sería mejor recibir un abrazo y escuchar “cuanto lo siento, en verdad querías esa joya, veamos si alguien nos puede ayudar” ¿se sentiría mejor verdad?.... he entendido también que no se vale pensar “mi joya cuesta mucho mas que un caramelo” pues para mi hijo en ese momento el caramelo es muy pero muy importante, de hecho es mas importante y “valioso” que mi joya. Con el tiempo podré enseñarle el valor de las cosas, quizá cuando su edad le permita entenderlo o quizá un momento mas tarde cuando esté mas tranquilo, pero no en el momento mismo de la histeria, ese rato no necesita sermones, necesita ser comprendido, respetado y apoyado. Igual que lo necesitarías tu. Necesita saber que puede contar contigo cuando algo “terrible” le sucede.

He aprendido que comprender a mi hijo, significa también ser consciente de que mis hijos son aún chiquitos y no cuentan con las habilidades ni la madurez necesarias para manejar sus frustraciones, no puedo esperar que mi hijo a los 3 años diga “oh que lástima he perdido un caramelo, no hay problema, seguro que ni siquiera estos 9 podré terminarlos y no quiero hacer pasar un mal rato a mamá”, es muy difícil que suceda y si sucediera, quizá sea difícil que pase todos los días. El niño aún no puede controlarse, pero yo SI.

He aprendido que cuando vamos a un restaurante, mis niños se aburren tremendamente y entonces hacen lo que hacen los niños (y también algunos adultos) empiezan a buscar la forma de entretenerse y corren por todos lados y tocan todo y lo hacen porque son niños, mas no por que son “majaderos” o “molestosos”. Los comprendo y por ahora pido la comida a domicilio, compro para llevar o voy a un restaurante con un área de juegos segura. Ya llegará (mi segunda nena que hoy tiene 2 años) a una edad en la que pueda estar quieta y esperar con paciencia la comida, por ahora no puedo esperar que ella “comprenda” que ese es un lugar para estar bien portados, soy yo la adulto quien debe comprenderla a ella.

He aprendido que si mi hijo rompe un juguete y estalla en llanto por ello, es porque eso le causa un gran dolor y no necesita que le diga “ya ves eso te pasa por no ser cuidadoso, por no hacerme caso, por hacerlo todo mal, me alegro, ojala aprendas”. Necesita mi abrazo y consuelo, seguro que el dolor de la pérdida ya le enseñó la lección. No necesita además el dolor del regaño de su madre y si hay algo que decirle o enseñarle (talvez no sabía cómo funciona el juguete) ya lo haré después cuando esté tranquilo y lo haré con cariño y paciencia si en verdad quiero que aprenda algo.

He aprendido que si mi hijo me pide agua 5 veces en el transcurso de una hora en plena madrugada no es porque sea un “desconsiderado” sino que a lo mejor está enfermo o preocupado, quizás con miedo, quizás por alguna razón requiere un poco mas de mi atención y requiere un poco mas de mamá y de “instinto materno” para resolverlo.

Quisiera poner una docena mas de ejemplos, pero se resume en decir que: he aprendido que siempre, siempre pero siempre hay una razón; que debemos ser empáticas con ellos, que debemos comprenderlos y que jamás debemos minimizar las razones de su llanto. Para nosotras pueda que se resuelva fácil, pero para ellos no y es precisamente por eso que nos necesitan y aveces nos lo piden a gritos.


2. TRÁTALOS COMO TRATARÍAS A UN ADULTO EXACTAMENTE EN LA MISMA SITUACIÓN.- Es curioso ver que si en una reunión familiar algún adulto (tu mamá, tu hermana, tu tía, tu esposo, tu padre, etc) empieza a llorar frenéticamente, todo el mundo se preocupa, trata de enterarse de que es lo que sucede y a la brevedad posible colaboran todos para solucionarlo. Pero si el que llora es un niño, entonces es una “majadería” que no merece atención porque “son cosas de niños” o porque SOLO quiere “llamar la atención”

Si al adulto que cuenta con recursos propios para solucionar sus problemas y salir de su crisis le ofrecemos cariñosamente nuestra colaboración ¿no merecería el niño, que no cuenta con esas herramientas, con mayor razón nuestra ayuda?
Luego de hacer mías estas ideas expuestas por algunos autores en sus libros respecto al trato diferenciado que brindamos a los niños y a los adultos, me he vuelto muy observadora con mis propias acciones y con las acciones de las demás personas. Y me he convencido de que lo que sería “inaceptable” hacerle a un adulto, es totalmente normal hacerles a los niños. Por ejemplo si mientras estoy conversando con mi esposo viene mi hermana e interrumpe nuestra conversación yo jamás le diría “cállate ¿qué no ves que estamos conversando?” eso sería humillante, grosero, mi hermana se sentiría terrible… ¿Qué nos hace pensar que con nuestros niños no sucede lo mismo? nuestros hijos nos perdonan con demasiada rapidez, quizá por eso es que no tenemos reparos en volver a ofenderlos.


Voy aprendiendo a detenerme antes de actuar en las situaciones complicadas con mis hijos y pensar como actuaría si el problema no fuese con ellos sino con un miembro adulto de la familia.

Estoy aprendiendo a respetar a mis hijos, ellos no son ciudadanos de segunda, que merezcan un trato de segunda, que merezcan un trato que jamás le daríamos a un adulto, NO! Ellos tienen la misma dignidad que los adultos, son personas y merecen ser tratadas como tales.

Ahora que los trato con consideración y respeto (además de mi amor gigantesco) veo que ellos aprenden exactamente lo mismo, me tratan con consideración y respeto, se tratan entre ellos con consideración y respeto. QUE MARAVILLOSA FORMA DE EDUCARLOS!!!

1 comentario:

  1. Daysi, bienvenida al mundo de la crianza consciente. Un placer leerte.
    Un abrazo.

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