Porque cuando los mandas a callar de un grito,
ciertamente se callan.
Porque cuando tu voz es fuerte e imponente
es verdad, hacen lo que pides.
Porque cuando alzas tu mano contra sus pequeños cuerpos,
es cierto, se vuelven “obedientes”.
Porque cuando amenazas con castigos,
realmente te creen y se vuelven marionetas que se mueven a
tu antojo.
Porque cuando tiras de su oreja, de su pelo o de su brazo,
les causas tanto terror que harán lo que sea que mandes.
Porque cuando ven tu rostro enfurecido,
saben que están en problemas y que no cuentan contigo, con
nadie, para salir de esa.
Porque cuando los encierras en su habitación hasta que “se
calmen”,
saben que afuera los espera su verdugo: ¡Tú!
y saben que no es seguro salir mientras tú no estés en calma.
Porque a nosotros nos criaron así, de este modo, con este
nivel de violencia.
Y nos repitieron una y mil veces que era por nuestro bien,
y nos lo creímos.
Nos lo creímos al punto que hoy repetimos esa misma violencia
en nombre del amor
y ¡NO! No lo estás educando,
lo estás intimidando.
No te respeta, te teme.
Y se callan, ¡Sí! se callan, mucho más de lo que quisieras
y te enteras de mucho menos de lo que te gustaría.
Y hacen lo que pides ¡Sí! Y quizá se pasen la vida entera
haciendo lo que otros piden,
renunciando a sí mismos, incapaces de luchar por sus propios
anhelos,
después de todo así es como les has enseñando a ganarse tu
amor.
Y te obedecen ¡SÍ! Pero se están tragando la rabia y el
sabor a injusticia que les causas.
Y creen en tus amenazas ¡SÍ! Saben que eres irracional
cuando castigas,
así te ven, así te recordarán.
Y hacen lo que mandas ¡SÍ! No quieren más dolor en su cuerpo
ni más dolor en su alma, causado por quien más aman: ¡TÚ!
Y obedecen tan sólo con tu mirada ¡SÍ! Saben de lo que eres
capaz,
te han visto herirlos, no quieren correr el riesgo
¡SÍ! Tu sola mirada es capaz de aterrarlos y volverlos
sumisos.
Y tu rostro ¡ay ese rostro enfurecido!
¡que se entere este niño de lo enojado que estoy!
¡SÍ! Se ha enterado, mucho más de lo que te gustaría.
Y ha entendido que ante sus errores, no serás tú quien lo
comprenda, lo apoye ni lo ayude.
Y ha aprendido el poder de la mentira para salvarlo de tu
ira
y va ganando experiencia en ocultarte la verdad, en evadir,
en maquillar historias, en disimular, en… ¡lo que sea que lo salve de ti!
Y tú estás tranquilo, y quizá hasta orgulloso, seguro de
tener un hijo “bien educado”, ignorando el daño que le causas, el dolor, la
soledad, el vacío, el desamparo, el trauma que estás imprimiendo en tus hijos y
que cargarán por los años de su vida.
Y tú estás tranquilo ignorando tu propio daño, dolor,
soledad, vacío, desamparo, trauma… que causaron tus adultos en tu infancia, seguro
de estar perfecto hoy en día, seguro de que hoy eres “bueno” gracias a la
violencia con que te trataron, incapaz de abrazar tus propias heridas, incapaz
de comprender amorosamente que todo eso que hoy no te gusta de ti, proviene del
niño que fuiste.
Y tú estás tranquilo, repitiendo tu historia en los niños de
tu vida.
¿Te has puesto en la piel de tu hijo? ¿Has sentido su
sentir?
¿Se puede educarlo tratándolo bien? ¡SÍ! Se puede, se debe.
Aprenden con el ejemplo, con TU EJEMPLO. Si te ven tratarlos con respeto, con
amor, con buen modo, resolviendo los conflictos desde la armonía, escuchando la
opinión de todos, buscando soluciones, explicando razones, gestionando tu ira,
controlando tu rabia, decidiendo amarlos cada día ¿qué otra cosa podrían
aprender?
Daysi Arcos
Coach de Familia e Inteligencia Emocional
Crianza Consciente y Respetuosa
Q hermoso la verdad q me toco el alma!!! Gracias x demostrar q nos equivocamos pro q podemos cambiar eso a tiempo��
ResponderEliminarSí Noemi ¡qué ciertas son tus palabras! nos equivocamos pero PODEMOS cambiar!! y hay que hacerlo. Un abrazo.
EliminarQ hermoso la verdad q me toco el alma!!! Gracias x demostrar q nos equivocamos pro q podemos cambiar eso a tiempo��
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