Cuando hablamos de educar a nuestros hijos y en general educar a los niños, por alguna razón, esa expresión se liga a ideas como: “en una mano la hiel y en otra la miel”, “hay que castigarlos por su bien”, “lo corrijo a tiempo, mañana me lo agradecerá”, “tienen que aprender a obedecer”, por mencionar solo algunas.
Hoy quisiera preguntarte ¿sabes tú cuál es ESA razón? ¿sabes cuál es la razón por la que asociamos el educar a los niños, con la firmeza, la mano dura, los castigos, los premios, el “no mimar”, etc.? ¿lo sabes? ¿te lo has preguntado alguna vez? ¿has cuestionado esa creencia? ¿Sabías que esto es una creencia y no necesariamente una realidad?.
La mayoría de nosotros crecimos en ambientes donde el adulto fue la autoridad máxima, su palabra era irrefutable y sus órdenes se cumplían a las buenas o a las malas; esos adultos a su vez cuando niños fueron criados también de esa manera y los adultos que los criaron a ellos de igual forma, y así podríamos regresar muchas generaciones atrás y descubrir que desde hace siglos seguimos heredando el mismo patrón de crianza, con alguno que otro cambio, con nuevos escenarios de vida, con algunas nuevas comodidades, en fin, pero la idea central de la educación a los niños sigue siendo la misma: “el adulto tiene la razón y sabe lo que el niño necesita, por tanto el niño obedece”. En la medida que el niño cumpla con esta regla de oro será un “niño bueno” (y el hijo envidia de todo el vecindario) y si deja de cumplirla, empieza a ser el “niño problema”.
Es cierto que casi todos nosotros crecimos cumpliendo esta regla y hoy somos “buenas personas”, no robamos, no matamos, hasta somos profesionales, quizá hasta tenemos un buen trabajo, hemos formado una familia y vivimos plenamente “felices”. Es verdad. La mayoría de nosotros no está en la cárcel ni en un siquiátrico. Entonces nos convencemos (al igual que nuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y mas) que nuestro “éxito” en la vida se debe a esa mano dura que ejercieron con nosotros. Y por supuesto que estamos convencidos de aquello, si mamá y papá lo decían a diario “es por tu bien” entonces no queda duda, fue por nuestro bien y de no habernos dado aquella nalgada a tiempo, quien sabe y hoy seríamos asesinos en serie!! Así, menos mal que pasamos 3 horas llorando solos y sintiéndonos inútiles en nuestra habitación ¡uff! que alivio, ¡ojalá hubiese llorado un poco más y habría garantizado que jamás nunca en la vida iré a prisión!
Hace un tiempo hice una encuesta entre mis conocidos, lectores y seguidores, preguntando cuál era el mejor recuerdo que tenían de su infancia, todos tenían recuerdos bellísimos: una tarde en la que mamá detuvo sus prisas y se sentó conmigo a tomar un helado en el parque; aquella vez en que mamá dibujó miles de gatos en una hoja para mí; cierto día me caí y papá botó todo lo que tenía en sus manos, vino corriendo a levantarme, me cargó en sus brazos y sanó mi herida; cierta noche en que mi madre entró a mi habitación y me abrazó mientras yo lloraba la pérdida de mi primer amor… Estas fueron algunas de las conmovedoras respuestas que recibí, me emocionaron mucho. Encuesté aproximadamente a 200 personas y debo decir que ninguna de ellas respondió “el mejor recuerdo de mi infancia fue aquel día en que desobedecí a mamá y ella me dio una tremenda paliza, lo hizo por mi bien, ¡cuán amado me sentí en ese momento! Gracias a ello hoy soy lo que soy”, la verdad nadie estuvo ni siquiera cerca de responder algo como eso, respuestas de ese tipo suelen mencionarlas mis clientes, en las sesiones de coaching, como el recuerdo más triste que tienen de su niñez.
Lo cierto es que tenemos muchos recuerdos hermosos de nuestra infancia, claro que no todo lo vivido en la infancia lo podemos recordar conscientemente, de hecho la gran mayoría de episodios se han borrado de nuestra memoria; sin embargo hay que saber que absolutamente todo lo vivido (lo recordemos o no) consta en nuestro registro emocional, desde ahí regula nuestras acciones de hoy y generalmente lo hace en modo inconsciente.
Entonces, claro que somos buenas personas y que hemos logrado muchas cosas importantes en nuestra vida, pero eso es gracias a los aciertos de nuestros padres, no a sus errores. Somos buenas personas por las veces que nos tomaron en brazos, por las veces que nos dieron su comprensión y su abrazo (aunque hayan sido pocas), somos buenas personas por las veces que con nuestros ojos de niños vimos que mamá era honesta, papá era trabajador, la abuela cocinaba con amor, la tía ayudaba a los vecinos, la prima nos cuidaba cuando mamá salía, en fin, aprendimos los valores que vimos y que sentimos, ésos fueron los valores que se grabaron a fuego en nosotros y hasta hoy los practicamos. Todas esas cosas lindas que los adultos que nos rodeaban cuando niños hicieron por nosotros, con nosotros o delante de nosotros, son las que hicieron que hoy seamos lo que somos y es de agradecer que así haya sido.
Sin embargo, y lamentablemente, nunca he tenido la oportunidad de escuchar a una madre o a un
padre decir “hijo mío, vamos hoy a jugar al parque, reiremos como locos y jugaremos hasta el cansancio; esto hijo lo hago por tu bien, porque lo necesitas y estoy seguro de que mañana (y hoy) me lo agradecerás”, la verdad no es eso lo que comúnmente decimos a los niños. Lo que sí escucho y con frecuencia es “no iremos al parque porque no has acabado tu tarea, hoy no lo entiendes pero mañana me lo agradecerás”. No juzgaré si lo correcto es ir al parque o no ir al parque, acabar la tarea o no acabarla, lo que quiero hacer visible es que cuando hacemos algo que agrada a nuestro hijo jamás le decimos que es por su bien, al contrario solemos insinuar que lo hacemos porque somos buenos, porque nos han convencido con sus ruegos e incluso en ocasiones insinuamos que les daremos ese gusto “a pesar de que se han portado mal”. PERO cuando castigamos, cuando los mandamos a pensar solos en una silla o cuando les reprendemos, ahí si decimos a voz en pecho: “Hijo mío es por tu bien”.
¿Por qué tanto énfasis en dejarles claro que los castigos son por su bien? ¿Por qué en los momentos de alegría, de cariño, de complacencia, de abrazo, no les decimos que es por su bien? Quizá la razón sea que cuando fuimos niños nos transmitieron el mismo mensaje: los castigos son por tu bien, lo demás no te aporta nada. Entonces crecimos convencidos de que somos “buenos” gracias a esa rigidez de los adultos que nos cuidaron; nos dijeron tantas veces que los castigos eran por nuestro bien, que nos convencimos de aquello y atribuimos a eso los logros que alcanzamos. Tan convencidos estamos que fue “la hiel” lo que corrigió nuestro camino, que creemos que sin ella es imposible educar a un ser humano; es lo que escuchamos desde siempre y por todas partes, no nos ha quedado mas remedio que creérnoslo. Y con ello no podemos notar que lo que tenemos de bueno lo tenemos por la dosis de amor que recibimos, por los valores enseñados desde la práctica de vida, por los momentos buenos que nuestros adultos nos regalaron, por la vida de familia y por todo lo que nos hizo felices en nuestra infancia, aunque haya sido poquito o haya sido mucho, esa felicidad que recibimos de niños creció y se multiplicó en nosotros y nos ha permitido caminar por la vida; pero es ESO lo que te ha hecho buena persona, aunque jamás nadie nunca haya dicho que aquel abrazo, aquella risa, aquel juego o aquel helado, era por tu bien, la verdad es que te hizo bien y mucho y si buscas en tu memoria encontrarás que así fue.
Los castigos, los golpes, las reprimendas, las humillaciones, las comparaciones, la violencia que recibiste en tu infancia, querido lector, fueron los errores de tus padres o de quien te cuidó, eso no te educó ni te hizo buena persona, te dijeron que sí pero no es cierto. Esa violencia lo mas lejos que pudo llevarte es al miedo, entonces seguramente que nunca mas desobedeciste un mandado de mamá pero fue por miedo ¿o no? Recurre a tu memoria, recuérdalo ¿qué sentiste? Seguro que muchas cosas y probablemente miedo, mucho miedo de volver a ser castigado, entonces mas valía obedecer, esos golpes dolieron mucho como para querer volver a sentirlos; ¿y luego? ¡magia! El niño está educado ¡MENTIRA! El niño está aterrado y obedece por miedo, no por educación, pero los adultos ahora están mucho mas cómodos ¡Ah sí, este niño no da problema, una buena nalgada y ni más!, conclusión: “las nalgadas son infalibles e infaltables en la educación de un niño” ¡MENTIRA! Las nalgadas someten y dominan al niño, lo dañan para siempre, pero el adulto queda muy cómodo, el comportamiento del infante ahora lo satisface.
Ese niño sometido y dominado por el miedo que produce la violencia física y verbal, visible e invisible, es hoy el adulto inseguro de sí mismo, el adulto incapaz de gestionar sus emociones, el adulto que explota de ira, el adulto que no es capaz de escoger una carrera y una vida que lo satisfaga, el adulto temeroso que duda de sí mismo, el adulto que constantemente necesita la aprobación de los demás, el adulto que no es capaz de resolver sus problemas y dificultades, el adulto depresivo, el adulto que no logra encontrarle la alegría a la vida, el adulto que no puede abrir su vida y resolver lo que lo lastima, el adulto que no es capaz de salir de una relación tóxica, el adulto que no es capaz de sostener un matrimonio y crecer en pareja, el adulto violento o quizá sumiso, el adulto celoso, el adulto dependiente, el adulto incapaz de cambiar de empleo, el adulto que teme a las decisiones, el adulto que no es capaz de materializar sus sueños, el adulto que se deja humillar, maltratar, pisotear, el adulto enfermo, el adulto que siente que nada merece o quizá que nada le satisface, el adulto adicto a alcohol, drogas, videojuegos o estudios, el adulto que miente, el adulto que no logra tomar la vida con sus manos y convertirse en una persona plena y feliz.
Como verás, querido amigo, ninguna de estas personas está en la cárcel ni en un siquiátrico al contrario caminan por la vida bastante seguros de que están muy sanos y que todo su “éxito” se debe a los castigos oportunamente propinados por sus padres. Pero son también personas que llevan cargas que no logran soltar, que tienen y causan sufrimientos en modo recurrente, que quizá en secreto se angustian, que llevan una vida entera de luchar contra uno u otro “defecto” sin lograr superarlo, que no saben porque “siempre les pasa algo malo”, que lo ven todo por un cristal negro y se sienten desdichados, y algunos más descomplicados piensan: “así soy yo y punto” sintiendo que no hay nada que puedan hacer para crecer y aportar más a su entorno. Esto y más es lo que consiguen los castigos. Los castigos no fueron “por nuestro bien” ¡no! Los castigos fueron los errores de nuestros adultos, errores que a su vez los heredaron de la generación anterior, errores que te causaron trauma, SÍ trauma. Con frecuencia pensamos que para estar traumados, tenemos que ser esquizofrénicos o mecernos abrazados a nuestras piernas en una silla, la verdad no, tener un trauma es bastante más sencillo que eso.
Aquí la definición de trauma en el diccionario de la Real Academia de la Lengua
1. m. Choque emocional que produce un daño duradero en el inconsciente.
2. m. Emoción o impresión negativa, fuerte y duradera.
Un grito o un golpe es un choque emocional para cualquier persona sin importar su edad; pero cuando somos niños tenemos muchísimas posibilidades de que ese choque produzca un daño duradero en el inconsciente.
Inconsciente: 1. adj. Que no tiene conocimiento de algo concreto, o de sus propios actos y sus consecuencias.
Si está en tu inconsciente, no lo ves, no te das cuenta, pero te influye quizá mucho más de lo que crees y te duele, quizá mucho más de lo que te gustaría admitir. Es tu responsabilidad entonces traer al consciente todo aquello que habita en tu inconsciente para que puedas verlo de frente y te liberes del control que tiene sobre ti y tu vida.
Paremos entonces de decir que “gracias” a que nos agredieron “a tiempo” hoy somos lo que somos porque no es así. Hoy eres lo que eres gracias al amor (poco o mucho) que recibiste. Gracias a la violencia recibida hoy tienes las cargas que tienes, nada más.
A tus padres, agradece el amor recibido (mucho o poco). Sus gritos, castigos y otras formas de violencia, reconoce, acepta y perdona. No los juzgues. Hicieron lo que creyeron era lo mejor para ti, pero no repitas la historia. Tú ya estás informado, tú ya tienes información a tu alcance, educa a tus hijos por supuesto que sí, pero desde el amor y el respeto.
Es claro que los hijos necesitan nuestra guía y orientación, llevan muchísimo menos tiempo en el
mundo y no saben la mayoría de cosas que nosotros ya sabemos. Tus hijos no sólo que necesitan que les muestres el camino, sino que además están ansiosos de que lo hagas, te harán miles de preguntas, te mostrarán lo que saben hacer, aceptarán tus sugerencias, pedirán tu opinión, querrán que los veas, estarán abiertos a ti, son un lienzo en blanco para ti, creen totalmente en ti. No hace falta ejercer violencia para que los ayudes a ser buenos. Tú puedes cambiar la historia, la tuya, la de tus hijos, la de tus nietos y trascender generación tras generación, estarás cambiando el mundo y estarás sanándote a ti mismo.
Existen formas amorosas de criarlos, de educarlos, de mostrarles el camino, de acompañarlos en sus errores, de ayudarles a reconocer sus equivocaciones y aprender de ellas, de enseñarles a colaborar con la familia y con su entorno, de hacer de ellos buenas personas y permitirles ser los maravillosos seres que han venido a ser. Todo esto puede hacerse desde el respeto, quizá sientes que no será posible contigo, con tus hijos, ánimo siempre se puede, talvez sea tiempo de que busques un poco de ayuda, de que sanes tu propia historia y entonces puedas entregar una nueva crianza a tus hijos. El Coaching es una valiosa herramienta para lograrlo, te permite sacar los recursos que llevas dentro y que quizá ni siquiera sabes que los tienes, es un proceso práctico que desde el primer momento te ayuda a tomar consciencia de lo que estás haciendo y lo que te gustaría hacer y cómo hacerlo, merece la pena hacer un alto en la vida y cuestionar lo que siempre creímos cierto.
“Y empiezas a relacionarte con tu hijo desde el amor incondicional, desde la empatía, desde las tardes de risas, desde las horas de juego, desde el detenerte a observarlo, desde el estar presente, desde el trato cortés, desde el entender lo que necesita y satisfacerlo, desde el maravillarte por tenerlo en tu vida…
Y entonces la vida cambia y se vuelve más linda, más dulce, más armoniosa, más divertida, más feliz!!
Y tú te transformas, te empoderas y te das cuenta de que nada te ha hecho crecer tanto como tu maternidad”
Daysi Arcos
mamialamedida@gmail.com
Este texto una obra de arte. Una pincelada salida del alma . Un balsamo para el alma.... solo siento decir gracias y que deseo con todo corazon sean tus palabras interpretadas con dulzura y lleguen a cada corazon.... exelente trabajo.... feliz crianza mundo feliz ... para todos.... si podemos...
ResponderEliminarQue palabras tan lindas y sentidas. ¡Gracias!
EliminarEste texto una obra de arte. Una pincelada salida del alma . Un balsamo para el alma.... solo siento decir gracias y que deseo con todo corazon sean tus palabras interpretadas con dulzura y lleguen a cada corazon.... exelente trabajo.... feliz crianza mundo feliz ... para todos.... si podemos...
ResponderEliminar